La palabra āśrama (o áshram) proviene de la lengua sánscrita y significa ‘lo que lleva al esfuerzo’.
En India, es un lugar similar a un monasterio, sin serlo, que funciona a la vez como lugar de retiro, hospedería, comunidad, escuela… (principalmente escuela).
Pero por lo que más se les conoce es, por ser el lugar donde el maestro (gurú) y el alumno (Sādhaka) conviven bajo el mismo techo, recibiendo así las enseñanzas del maestro en la mayoría de ámbitos de la vida, especialmente en el espiritual. Un Áshram sería una escuela de vida.
(Sādhaka, sādhak o sādhaj (Sánscrito: साधक) es el nombre que se da al aspirante o iniciado en las tradiciones budistas, hindúes, jainíes, tántricas, yóguicas…)
El entrar o estar en un Áshram lleva intrínseco el respetar unas normas de convivencia basadas en la tolerancia, la cordialidad y el respeto hacia todo lo que está presente dentro de él, ya sean objetos, animales o personas.
Todo y que el crecimiento espiritual es la meta al pisar un Áshram, en el mismo y para llegar a ello, también se enseña y practica yoga, meditación, filosofía y enseñanzas afines, para así, lograr el propósito de dicho crecimiento.
Aunque aquí en occidente también se pueden encontrar Áshrams, no siempre se mantienen fieles como tal, también entendiendo que, la cultura occidental es diferente, y por tanto se suele adaptar.
Comparando un Áshram con un centro de yoga aquí, el centro de yoga pierde gran parte de la enseñanza yoguica, ya que no se da la convivencia como comunidad, ni se está tan en contacto directo con el maestro (tan sólo el tiempo de práctica), perdiéndose conceptos de valoración en cuanto a convivencia, cuidado, respeto, servicio, etc…
En un Áshram la colaboración al cuidado del mismo y por tanto el respeto hacia las personas y el lugar, es algo que, de forma natural, se da por parte los usuarios, no siendo así (normalmente) en un centro de yoga, ya que aquí, (a parte de la cultura egocéntrica) se tiene el concepto de que al pagar una mensualidad o por clase, no hay obligación, ni tan siquiera se plantea, la colaboración en cuidado del espacio al que asisten, dejando esto siempre al dueño o persona que lo gestiona.
Pero cuando hablo del cuidado o colaboración y respeto al espacio que te acoge, me refiero no sólo a lo material, si no a lo no tan tangible (y quizás más simple) como puede ser, el respeto al silencio, a dejar tus zapatos fuera del espacio de práctica (tanto al entrar como para salir), el poner tu esterilla de yoga con cuidado para no molestar al compañero o compañera, a aceptar (aún no entendiendo) la manera o lo que en ese espacio se ofrece o enseña (siempre eres libre de buscar otro lugar), entre otros…
No nos damos cuenta de que, con ciertas actitudes, las cuales ya naturalizamos (ya sea por desconocimiento o por dejadez o ego), dejamos de prestar atención a una parte muy importante de nuestro autocuidado, y lo pienso así, porque en el espacio donde realizas tu práctica de yoga, meditación u otra práctica, es donde te abres a trabajar lo más profundo e íntimo de tu ser, y si no somos capaces de respetar y cuidar dicho espacio y/o a la persona que te guía, tampoco te estás respetando a ti mismo, pues no te importa tu propia intimidad, y cuando digo tu propia intimidad, me refiero a aquello que eres en esencia y que debería ser cuidado y protegido como la gema más preciosa que existe.
Aún así, y por suerte, hay muchos centros de yoga cuyos profesores o maestros ofrecen el espacio cuidando del más mínimo detalle (y no tiene por qué ser recargado, un espacio austero, como lo sería el de un Áshram, nos aportaría más) para que de alguna forma, se pueda dar y llevar la práctica o enseñanza a la mayor parte de los ámbitos de la vida del practicante, todo y que depende de este practicante el permitirlo.
Qué decir de los gimnasios…, que aunque entiendo que la oferta a trabajar yoga sea de la más buena voluntad, a mi parecer, todo el peso recae en el profesor o maestro que imparta las clases y que desde su formación o experiencia, sepa y pueda (ya que aquí, sí que la cuota del abonado es un para recibir un servicio) transmitir lo que de verdad es una práctica de yoga, con sus tres ámbitos intrínsecos, el físico, mental y el espiritual, y sobre todo este último.
Evidente que para practicar yoga no se necesita de un espacio concreto, ni vestirte de una manera concreta, pero a mi parecer, tampoco cualquier lugar o de cualquier forma, es idóneo para abrir tu ser y crecer. Nuestro cuerpo es nuestro templo, que tu entorno o lugar de práctica (y vida) lo sea también.
El yoga y la espiritualidad nos guían en el camino.
Om Shanti (infinita Paz)
Marga Martin
www.anandhiyoga.com
@petitsgurus