Hace unos años, la enfermedad y muerte de mi padre, me hizo ver lo poco o nada que estamos preparados para encarar los procesos de enfermedad y muerte de una persona. Social y culturalmente aquí en occidente se le da la espalda a la muerte, todavía un tabú hablar de ello, y si se habla, siempre asociado al trauma y a la depresión, todos prefieren mirar hacia otro lado y cuando te toca vivirlo como familiar directo, todo el mundo parece saber como tienes que sentir y actuar.
Preparamos el nacimiento, la llegada de una nueva vida a este plano, cuidando cada vez más, de todos los detalles para que esa nueva vida llegue y se encuentre al nacer rodeada del mayor amor y ternura posible, que su paso de la seguridad del vientre materno sea lo menos traumático al cambiar de estado, que su primera inspiración sea amplia y llena.
Cuidamos el entorno, donde dormirá, que sea un espacio tranquilo y acogedor, sin demasiadas visitas que puedan desequilibrar su tranquilidad y también la tranquilidad de los papás.
Cuidamos de sus emociones y seguridad con el apego a sus padres, sosteniéndola lo que sea necesario para que su crecimiento y evolución sea sano, se sienta querida, segura y feliz.
Cuidamos de su alimentación al detalle, de su higiene, y que todas las necesidades que vayan surgiendo se puedan cubrir con el mayor amor posible. Muy atentos a todos sus cambios a medida que va creciendo, informándonos de los mismos para poderlos acompañar y sostener con cariño.
Pareciera que es la etapa más importante de la vida.
Y ¿ qué pasa cuando nos acercamos a la última etapa? cuando esa vida se encamina hacia la muerte. No solemos prepararnos para eso, miramos hacia otro lado y cuando nos toca vivirlo suele ser traumático. Aunque sabemos que todos nos iremos, que todos tendremos que acompañar a alguien que se va (y suerte tendrás si se te permite hacerlo) no nos informamos tanto como lo hacemos al esperar un nacimiento.
Recibir la noticia de que una vida se acaba, suele ser muy doloroso, y dependiendo del vinculo y apego que tengas con ella, lo será en mayor medida. Es precisamente el apego el que nos hace sufrir más en los procesos de despedida y cambio.
Cada uno tendrá su propia vivencia, en cada caso será diferente como diferentes son los partos y nacimientos. Hay quien lo querrá compartir con todos y habrá quien lo quiera guardar para su intimidad.
Una enfermedad terminal nos da la oportunidad de prepararnos y decidir con cuanto amor y desapego queremos acompañar y acompañarnos hacia esa «despedida». En nuestras manos está el querer lo mejor para esa vida que se va, y que no suele ser lo que, para el que se queda, querría.
En mi opinión y vivencia, tiene especial prioridad y relevancia el RESPETO hacia la vida que se va. Respetar sus deseos, cómo quiere vivirlo, cómo quiere/necesita que esté su entorno para sentirse lo más arropada, arropado posible. Cómo y con quienes o con qué se siente mejor, de qué quiere/necesita alimentarse (no sólo físicamente), en qué, cómo y con quién dedica su tiempo de vida. El respeto a sus decisiones en cuanto a sus cuidados y NO, no vale decir que no tiene capacidad o no puede decidir cómo irse.
En muchas ocasiones, familiares y amigos, son los que verdaderamente no tienen la capacidad para acompañar de manera respetuosa y amorosa a esa vida, dado que sus apegos y «egoísmo» no se lo permite.
Para que la vida que se va, pueda hacerlo de la manera más tranquila posible, los que están a su alrededor deben prepararse y aceptar esa etapa final como la parte más importante de la vida.
Acompañarla desde el sosiego de la PRESENCIA sin grandes pretensiones. No hacen falta demasiadas conversaciones, la PRESENCIA ya es una conversación que lo dice todo sin palabras.
Un abrazo, una sonrisa, las caricias, las miradas, la calidez de las manos, los suaves olores, la música, una comida, la vivencia de las horas con aquellos que más quieres.
No importa lo que los demás quieran, esas son sus necesidades, las únicas necesidades a satisfacer son las de la persona que se va y el respeto hacia los acompañantes que en esa etapa necesitan, sean o no, del entendimiento de los demás.
Procurar el espacio tal cual crisálida se tratara, para que esa trascendencia pueda ser fluida.
Somos energía y en la última etapa de la vida, no sólo cuerpo el cuerpo y la emoción se deben cuidar y respetar, si no que su ENERGÍA se debe de sostener de la manera más luminosa posible.
Aunque con dolor, sentirse en paz y tranquilidad cuando esa vida marchó puede ser el equivalente a la alegría que se manifiesta cuando una nueva vida llega.
Leamos, preguntemos, busquemos información sobre la última etapa de la vida, que deje de ser un tabú o un tema desconocido, para que podamos vivir con la mayor serenidad posible esa etapa.
Debemos resignificar y aprender a encarar la muerte, en ella está la maestría de la vida.
Marga Martin
AKAAL, AKAAL, AKAAL.
@petitsgurús